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A los agustinos, miembros de una de las tres órdenes mendicantes que se embarcaron hacia el Nuevo Mundo, se les encomendó evangelizar el actual estado de Michoacán.
Pese a su entusiasmo, el número de frailes que componía la orden en 1533 era muy inferior al de los franciscanos y dominicos, por lo que en 1540 el primer virrey de México, don Antonio de Mendoza, les dio licencia y facultad provincial para que levantaran en el pueblo de Yuririapúndaro el convento que serviría de base para evangelizar la región.
A fray Diego de Chávez, instruido para la construcción en Tiripitío y Tacámbaro, se le nombró maestro mayor y arquitecto de Yuriria. En 1540 se inició la edificación del convento, que adquirió gran importancia con el establecimiento del noviciado, donde se aprendían letras y artes.
El padre Chávez concibió, junto con el alarife Pedro del Toro, una inmensa construcción que no guardaba proporción con el tamaño del pueblo ni con las pocas familias que serían sus feligreses. Tan ostentoso resultó que el virrey marqués De Falces (1566-1568) intentó suspender la obra, pero Chávez lo convenció de lo contrario.
El edificio se ubica en el centro de un amplísimo rectángulo, con la fachada de la iglesia orientada hacia el oeste, mientras que el convento se ubica en el lado norte. En esto difiere de los monasterios construidos en regiones de clima frío, donde el convento se orientaba hacia el sur para que el templo lo protegiera de los vientos.
De estilo plateresco, sus muros aún conservan algunas de las pinturas de la época. Fue inaugurado como museo en febrero de 1926.