- PÚBLICO: Adolescentes y adultos
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12 de octubre de 2022
miércoles,16:00 - 16:50 hrs.
Entrada libre
Monterrey, Nuevo León
Dentro de un baúl de cuero cubierto por restos de muebles y juguetes viejos, encontré un fajo de cuadernos, hojas sueltas y fotografías, atado con un cordón que se deshizo al sólo tocarlo, en el que, con buena letra y pésima ortografía, una de las ocupantes de aquella casa, escribió sus recuerdos con la esperanza de que algún día los leyera su familia. Ella, María Lutgarda Valencia y González, murió hace un siglo y quizás a nadie interese lo que pudo decir aquella señora tímida, distante y orgullosa, que ya nadie recuerda –el siglo XXI sólo mira el presente y no piensa ni en el ayer ni en el mañana– aunque, como ella dice, escribió para que no la olvidaran ni a ella, ni a los suyos. Para cumplir esa voluntad y no dejar que su esfuerzo fuera en vano, revisé, ordené y corregí la ortografía del manuscrito, sin cambiar palabras ni modificar algunas por curiosas; y respeté la peculiar estructura que a veces, en lugar de signos de puntuación, coloca frases y oraciones en renglones separados para darles énfasis. Lugardita amó a Tizapán y transmitió ese cariño a sus descendientes. Yo soy uno de ellos, pero lo que ella cuenta ya no pertenece a mi familia. Estos apuntes de una mujer que en su anonimato no se diferencia de otras que fueron testigos de la gran historia, ahora forman parte de lo que es y será siempre Tizapán el Alto, ese pueblo de gente dedicada, un chacuaco y torres blancas.
Jorge Fuentes Méndez
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