Archivo infinito de una pintura en duda. El caso de María Morelli

RESEÑA

La muestra, está conformada en cuatro núcleos y exhibe más de 70 obras de Eugenio Landesio, Juan Bellido, Károly Markó, Francesco Podesti, Pietro Tenerani, Francesco Coghetti, Henri Fantin-Latour, Johann Wilhelm Cordes y Giovanni Brocca, entre otros, además de 50 piezas de arte objeto, videos y documentos.

En una colaboración entre la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura con el Programa en Estudios Curatoriales de la Maestría en Historia del Arte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la exposición es resultado de un proceso de investigación que permitió incidir en problemas importantes para la historia del arte y resaltar los procesos de conformación de un acervo como el que alberga el Museo Nacional de San Carlos.

Al tomar como eje la pintura titulada San Juan Bautista niño (ca. 1855-57), originalmente atribuida a Jean-Auguste-Dominique Ingres —y que fue adquirida en 1857 por la Academia de San Carlos—, los curadores de la muestra (alumnos del programa de la UNAM) invitan al espectador a reflexionar no solo sobre cuestiones de autoría, sino también en el desarrollo de un mercado del arte y en el sistema de educación artística en el país.

A pesar de la relevancia que tuvo esta pieza como referente estilístico y pedagógico durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, en los últimos años se ha puesto en duda su autoría, lo que ha dado paso a diversos estudios para determinar si la obra es original de Jean-Auguste-Dominique.

María Morelli, dedicada a la investigación a partir de estudios reales, desata así una lucha de poder entre el discurso oficial y lo que ella descubre, narración que sirve para reflexionar y analizar la labor de investigación que se lleva a cabo dentro de los museos y cuestionar las “verdades históricas” basadas en los supuestos positivistas que, generalmente, ostentan los recintos museísticos tradicionales como contenedores de la historia del arte.

La finalidad de introducir una narrativa ficticia sirve para confrontar el concepto de verdad asociado al conocimiento que ofrecen los recintos y permite concluir que la historia misma es un relato en construcción constante.