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Ruta Roma-Zócalo. Abórdelo en la esquina de Monterrey y Colima. Al fondo un trío émulo de Los Panchos, anima el viaje y al volante Nellie Happee, con un tono más juguetón que exigente le pide: “Para atrás, para atrás, por favorcito…”
Los barrenderos le hacen sus primeras cosquillas a las banquetas y con el sol emerge el pregón azucarado del panadero, “concha querida”, el bolero lustra los pies elegantes y el periodiquero ofrece su rosario de gracias y desgracias.
La Ciudad se maquilla de neón y se convierte en enorme pista de baile. Las caderas son lúdico trompo y sus piernas, envueltas en nylon, comulgan al compás de la música y del peladito, estrella del “dancing”. Bailar para olvidar y para recordar.
Pero… basta de evocaciones. La silueta marmólea del Palacio de Bellas Artes se recorta contra las ventanillas y usted -con prisa- se dirige a la puerta trasera al grito de ¡Esquina bajan!
… y cuando desciende, ya no sabe en cuál década lo dejaron.