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El 12 de abril de 1918, la Secretaría de Guerra informó que el presidente Venustiano Carranza había girado una instrucción a todos los jefes de operaciones militares para que el suministro de parque y material militar, así como la movilización de tropas, se hiciera con el conocimiento y la autorización del primer mandatario.
El titular del Ejecutivo tomó esa determinación para centralizar el mando de la operación de las fuerzas armadas, con el propósito de que tuvieran mayor eficacia. Carranza era un firme partidario del civilismo. Por eso, a pesar de ser el jefe más importante del victorioso Ejército Constitucionalista, nunca quiso tener un grado militar. Por el contrario, veía en el militarismo uno de los más graves riesgos para el país.
Por ello buscó acabar con las prerrogativas y ambiciones de los generales que, además de buscar controlar el poder político en sus regiones, no respetaban las reglas democráticas ni guardaban lealtad al gobierno.