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El 25 de marzo de 1918 se dio a conocer que el gobierno mexicano adquirió maquinaria moderna con el objetivo de fabricar explosivos para la industria militar. Se resaltó que México contaba con todas las materias primas necesarias, como salitre, azufre y cobre electrolítico. Sin embargo, exportaba tales materias primas e importaba materiales explosivos terminados.
La situación era grave porque la Primera Guerra Mundial encareció los explosivos y su adquisición era difícil, pues los países en guerra los ocupaban cada vez más. Por tal motivo, el gobierno del presidente Venustiano Carranza compró maquinaria para refinar salitre y azufre. Fue montada en las instalaciones de los Establecimientos Fabriles de la Secretaría de Guerra y Marina, ubicados en la Ciudad de México.
Con ello, se buscó que México fuera autosuficiente en la fabricación de explosivos y modernizar la industria militar.