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A principios del mes de marzo, más de dos mil obreros de las fábricas de hilados de los estados de Puebla y días después de Tlaxcala decidieron irse a la huelga en demanda de un aumento salarial de ochenta y cinco por ciento. Para evitar que el movimiento fuera reprimido, se manifestaron de manera pacífica. A pesar de ello, los empresarios textiles se negaron a otorgar dicho aumento, alegando falta de recursos, además de amenazar cerrar las fábricas.
Esta situación llevó a los obreros a manifestarse en el congreso de Puebla y ante el gobernador del estado, Alfonso Cabrera, para solicitar su intervención en el conflicto.
El 9 de marzo, el congreso estatal expidió un decreto para que los empresarios otorgaran dicho aumento. A pesar de esto, los dueños de las fábricas no cedieron y la huelga se extendió por varios meses. Al final, el 10 de junio de ese año, la huelga se levantó cuando los obreros aceptaron un incremento de sesenta por ciento, lo que significó un triunfo para los trabajadores y alentó a otros movimientos obreros durante ese año.