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Durante la Revolución mexicana muchas mercancías que se comercializaban desde la frontera de Estados Unidos, como armas, municiones, alimentos, ropa, etcétera, dejaron de circular debido a la violencia de los grupos rebeldes y los ataques que sufrieron los ferrocarriles y otros transportes para el traslado de la mercancía. Los comerciantes y sus consumidores fueron el sector más afectado debido a estos daños, aunque el mercado de bienes y servicios no se paralizó del todo debido a la violencia revolucionaria.
El gobierno de Venustiano Carranza, con la finalidad de combatir el contrabando, aumentó la vigilancia fiscal y militar en los puertos, las aduanas y la frontera con Estados Unidos. Gracias a los esfuerzos del gobierno, se logró decomisar material bélico y alimentos en la frontera, además de detener el tráfico de monedas de oro y plata, acuñadas por el gobierno, que eran traficadas hacia Estados Unidos.
En este contexto, a principios de 1918, por órdenes de la Secretaría de Guerra y Marina, se detuvo a la tripulación del vapor Oaxaca y su carga confiscada por contrabando. El capitán entregó la nave y el gobierno envío la notificación a la compañía naviera dueña del barco para que, en un tiempo breve, acreditara la posesión legal de las mercancías que ese vapor llevaba.