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Desde 1912, el volcán Popocatépetl empezó a tener actividad regular, registrándose explosiones en el cráter, con emisiones moderadas de cenizas y piedra pómez. A finales de 1917, el volcán registró una fuerte actividad que alarmó a los vecinos de los pueblos cercanos.
Los pasajeros de la línea férrea de la Ciudad de México a Cuernavaca fueron testigos de la lluvia de cenizas que expulsó el volcán sobre los pueblos cercanos a sus faldas; los poblados más afectados fueron Amecameca y Ozumba, en el Estado de México. Según los testimonios de sus habitantes, se habían sentido en los últimos días ligeros temblores a causa de la actividad volcánica, así como lluvia de cenizas, lo que provocó que muchos pobladores salieran de esa zona ante el temor de una erupción mayor.
Los expertos del Instituto Nacional de Geología recomendaron a la población no acercarse al cráter del volcán debido a que no era posible predecir en qué momento podría haber una erupción de mayor magnitud.
En 1919 el Popocatépetl tendría una nueva erupción moderada, con emisiones de lava que causó algunas víctimas que trabajaban en la extracción de azufre cerca del domo.