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De manera informal, el gobierno estadunidense limitó la venta de granos, cereales y alimentos a México. En octubre de 1917, el embajador mexicano en Estados Unidos, Ignacio Bonillas, señaló que el ingreso de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial había afectado a la economía de nuestro país. Hasta antes de la conflagración mundial, México podía importar libremente artículos de primera necesidad, maquinaria agrícola y diversos productos de hierro y acero. Al entrar en el conflicto, el gobierno del vecino país había prohibido la exportación de esos bienes, concentrándose en abastecer su economía de guerra. Ante esa situación el gobierno de Venustiano Carranza hizo numerosos esfuerzos por lograr un acuerdo comercial.
El encargado de llevar a cabo estas negociaciones fue el subsecretario de Hacienda, Rafael Nieto, quien viajaba constantemente hacia el país del Norte para entrevistarse con funcionarios estadunidenses, banqueros y hombres de negocios.